« Todas las grandes obras de Dios han comenzado con nada ».
Cardenal Taschereau
En la noche de su compromiso, el 28 de agosto de 1892, las cuatro religiosas se instalaron en el presbiterio, en la espera de poder entrar al convento en construcción. Diseñaron un reglamento de vida y al día siguiente, hacen sus primeras experiencias.
El 5 de septiembre, la madre de San Bernardo y una hermana se instalaron temporalmente en un pequeño establo destartalado para dar clases a 45 niños.
El 21 de noviembre, las siete hermanas, tomaron posesión de su convento, que servía a la vez de hospital, convento, hospicio y orfanato. No habían entrado a su nuevo hogar, y ya un paralítico viene buscando asilo. Dos días más tarde llegaron dos huérfanos y una huérfana. ¿Cómo alimentar esas personas? La Providencia proveerá. La gente aporta suficiente para llenar las ollas en el momento adecuado.
Desde el principio, los residentes del convento-hospital forman una gran familia. Las religiosas aprenden la vida comunitaria en un ambiente de compartir, de devoción y de servicio. La familia crece rápidamente, por lo que la fundadora escribe el 24 de enero 1893:
« Nuestro personal ha aumentado… somos 26 personas entre ellos, 11 novicias y postulantes, el resto son pobres y huérfanos. »