Historia de la devoción a Santa Ana
La devoción a santa Ana congrega el corazón de canadienses franceses desde los principios de la fundación de la colonia y este culto sobrepasó ampliamente las fronteras de Quebec. Esta devoción particular de la abuela de Jesús se difundió con fervor en toda América del norte, por todas partes donde los francofonos se instalaron.
En San Damián de Buckland, la devoción a Santa Ana, se inicia a partir de la promesa del padre Brousseau, en el momento del incendio de la Iglesia del pueblo en 1883. Por la tarde del 24 el octubre, el fuego amenaza el campanario de la nueva Iglesia de la parroquia. El cura, en seguida se da cuenta y no se deja abatir por esta nueva prueba. Lanza un grito de fe a la buena Santa Ana y le promete una capilla si se llega a controlar el fuego. Con los medios posibles, alcanzan apagar las llamas en el campanario.
La «Capilla del voto» es erigida en 1886 a algunos pasos de la Iglesia. Millares de peregrinos vienen a peregrinar a este Santuario en el curso de los años. La buena Santa Ana no se hace sorda a sus ruegos y no descuida sus favores, tanto espirituales como temporales.
Desgraciadamente, se produce otro incendio esta vez en el convento en 1905. El fuego no ahorra la Capilla Santa Ana. Siempre con el mismo coraje, el padre Brousseau recomienza la obra y en 1906, una nueva construcción ve la luz sobre el lugar de la primera.
La Capilla Santa Ana de las Montañas es, desde sus orígenes, un lugar importante de peregrinación donde varias curaciones del corazón y del cuerpo se ha realizado.
Cada año, la novena de Santa Ana se celebra del 17 al 26 de julio, en San Damián de Buckland. Es preparada, desde hace algunos años por las 9 parroquias de la Unidad de montañas y de los ríos en colaboración con las hermanas de la Congregación.
¡ Vengan a rezar con nosotros!
Oración a Santa Ana de las Montañas
Oh buena Santa Ana,
Tú a quien todos nombramos Santa Ana de las Montañas,
nos volvemos hacia ti con toda confianza.
Desde siempre has respondido al grito de fe del padre Brousseau, salvando la iglesia del pueblo asolada por las llamas. Desde entonces, no dejas de concedernos tu protección.
Nos confiamos a tu amor
y al de María, nuestra Madre del Perpetuo Socorro. Acógenos y condúcenos a su Hijo Jesús,
nuestro guía y pastor.
Enséñanos a escuchar su Palabra
y a ponerla en práctica en nuestra vida.
Tú que conoces nuestras penas, nuestros proyectos y nuestras esperanzas, muéstrate atenta a los favores que te pedimos…
Buena santa Ana, escucha nuestra oración.
Vela sobre nosotros, cuida nuestras familias y todas las personas que confiamos a tu bondad
AMEN.